Ayer fui al hospital para que me hicieran una radiografía. Aunque trabajo allí como enfermera, seguí el proceso normal de mi cita, como cualquier paciente. Podía haber pasado directamente y hacérmela pero quise seguir mi turno. No está mal que de vez en cuando nos pongamos en la parte del paciente, que va con su cita en la mano. A mi me recuerda lo impaciente que se pone la gente cuando pasa el tiempo y no la atienden.
Observé a gente con paciencia, conscientes de que es imposible que te llamen a la hora exacta porque somos personas y cada una necesita su tiempo. Pero también observé a la típica impaciente, con cara de circunstancias, que llamó a todas las puertas, habló con todo el que pasaba con una identificación de que trabajaba en el hospital; y todo esto con media hora de anticipación a su cita. Por supuesto cuando pasaron cinco minutos de su hora y no la había llamado, volvió a la carga; y claro se encontró con profesionales muy educados y pacientes, y la llamaron enseguida. Esto por supuesto en detrimento de los que estábamos esperando y nos tocaba antes que a ella.
Me sirvió para cuando estoy trabajando, ponerme en lugar del paciente y darme cuenta que hay que hacer esperar lo menos posible. ¡Es cierto que a veces se complican las cosas y no se puede!, pero con una explicación y una disculpa, la verdad es que no suele haber problema.
Por cierto a mi me hicieron la radiografía con una hora y cuarto de retraso, y participaron en ello cuatro personas; quiero pensar que una era la técnico y las otras tres alumnas que estaban aprendiendo.
Es cierto la gente se pone impaciente, pero a veces lleva mucha razon
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